viernes, 2 de marzo de 2007



Bajo la bóveda azul del cielo, los rayos anaranjados de la puesta de sol, a veces nos ofrecen tanta belleza, que nos sentimos momentaneamente anonadados, y nuestra mirada se queda congelada.
El esplendor del momento nos deslumbra de tal modo, que nuestra mente, siempre parlanchina, hace una pausa para evitar distraernos del momento. Parece abrirse una puerta a otra realidad que, aunque siempre está presente, raras veces llegamos a percibirla. Abrahan Maslow, llamó a estos momentos, experiencias cumbre, en los cuales nos vemos catapultados más allá de lo mundano y ordinario y logramos vislumbrar el reino eterno del Ser mismo. Por unos momentos volvemos a casa, al hogar de nuestro verdadero Yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así que es eso lo que me pasa, que vuelvo a mi verdadero yo... por eso me quedo "clipsá" ante las puestas de sol... si hay algo que me gusta más que contemplar el mar es contemplar una puesta de sol junto al mar, son mágicas y dejan con la boca abierta a cualquiera. Besos